ARIANA PIRELA SANCHEZ “LA VIDA ES MOVIMIENTO PERPETUO”

Imagen actual de las casas de la cultura
ARIANA PIRELA SANCHEZ “LA VIDA ES MOVIMIENTO PERPETUO”

Rosa Trujillo Bolaño

Escola Rural de Saude da Limia

“Si piensas cuando bailas, no estas bailando,

estás pensando. Contar en lugar de pensar.

Quietud en lugar de movimiento.”

Tedd Robinson.

La mujer de cabello castaño, largo y expresión seria que aparece en el cartel conmemorando los cuarenta años de políticas culturales en los barrios de Montreal es una bailarina y comunicadora social; su imagen está a la entrada del metro y anunciando las casas de la cultura de Montreal. Es una mujer joven y está tallada sobre el papel y en la revista cultural. Su mirada se pierde en Venezuela, su país de nacimiento; se adentra en la ciudad de Puerto Ordaz y, en los recuerdos de Galicia, en Solveira, la aldea dónde nació su abuela materna, en la provincia de Ourense, el sitio de sus ancestros celtas. Recientemente ha estado bailando para ellos en Sandias, en la exposición “Mulleres símbolo do rural”, junto “as mulleres labregas as pataqueiras de Sandias” invitada por la asociación “Escola Rural de Saude da Limia”.

Danza Contemporánea
Danza Contemporánea

Su llamada coincide con la vista de la fotografía, es un momento fugaz que se extiende desde Xinzo de Limia hasta la ciudad de Montreal. Se pueden establecer la correspondencia en la comunicación, incluso, en ocasiones se puede sentir el movimiento por las expresiones escritas.

El verano ya se ha alejado y con su distancia sinuosa brotó el otoño, en un parto lleno de cambios, esperanza e incertidumbre. Hay una pasión, de aires fríos y cálidos, de forma presentida se da paso al invierno, lleno de frialdad solitaria, de oscuridad, deseo y ansia de encuentros y preparación para los nuevos nacimientos. Hay sombras fugaces, cambios bruscos, evanescencias. Nada es fijo. Todo está en movimiento, la tierra siempre está trasladándose, rotando, y con ella, las aguas, los cuerpos, cambiando de color y de sensaciones que quedan grabadas a su piel misteriosa. Las formas sombrías cambian con la entrada de la luz. Hay sensaciones de alegría y de pena, de cierta tristeza que vaga de las ciudades a los campos y entre la gente de las aldeas. Las casas solitarias resguardan su memoria entre las piedras, una certeza para el idioma gallego, por lo que permanece en su presencia, en los recuerdos y algunas palabras que se han quedado escondidas. La mujer danza en su casa, en los parques, en las aceras, cerca de los automóviles y por la noche o en el día. Danza, Danza, danza, siempre está danzando, acompañada, o como las madres de la plaza de mayo. Danza sola. Ella danza sola.

Danza Gallega
Danza Gallega

Se hace el contacto telefónico con Ariana Pirela Sánchez. Hablamos del arte y de su pasión por la danza y de nuestra historia compartida, de la música y de la danza y la poesía y como Isadora Duncan, la gran bailarina, soñamos con la libertad de movimiento, sin presiones.

Ella es hija de María Isabel Sánchez Bolaño y de Roberto Pirela Pirela. Sus abuelos son Isabel Bolaño Costa, nacida en Solveira y Antonio Sánchez Arias natural de la provincia de Lugo en Castroncan, en Galicia.

Recientemente nos ha acompañado en nuestro trabajo de la Escola Rural de Saude, junto as mulleres por los pueblos en Sandias, en una danza de renacimiento ancestral que convocó a muchos vecinos de la región. Forma parte de sus actividades donde une la danza al trabajo social, iniciadas en la ciudad de Montreal y por distintas partes del mundo, en Cuba, en Venezuela, con gente que vive en la calle, con mujeres victimas de violencia de genero y con estudiantes de escuelas públicas y privadas en el valle de Caracas.

En Sandias, juntamente con as mulleres labriegas y con la Alcaldía de Sandias pudimos ver su entrega al espíritu gallego, desde la danza contemporánea en una sala llena con los vecinos de la zona y de poblados cercanos.

Isabel Bolaño y Antonio Sànchez-Abuelos de Ariana
Isabel Bolaño y Antonio Sànchez-Abuelos de Ariana

Hemos visto crecer a Ariana y en este fragmento de su vida queremos que Uds. recorran de manera fugaz y vertiginosa, los caminos migratorios de los gallegos que un día decidieron marcharse con sus cantares gallegos a Venezuela, es por eso, que extraemos sus palabras y recuerdos y les entregamos algunas fotografías familiares.

“Mi primera experiencia bailando fue en “La hermandad gallega de Castillito” en Puerto Ordaz, la llamada Guayana venezolana. La hermandad quedaba cerca del río Caroní. Mi mamá daba clase de baile gallego, danza tradicional gallega y era la encargada de la sala infantil. Ella enseñaba a los niños de los gallegos de la zona. Teníamos una profesora María Cristina Sabio Montenegro y mi tía Rosita y mi abuela Isabel, unidas a la presencia circunstancial de mi bisabuela Caridad siempre nos animaron y fueron muy entusiastas y orgullosas de su cultura gallega. A mi abuela Isabel le gusta mucho la música y la danza. Nuestra tía Celsa, una de las hermanas de mi abuela nos enviaba las telas y el canutillo para bordarlos y hacer los trajes gallegos. Escuchábamos música con mi abuela. Yo soy hija de madre soltera y vivíamos con nuestros abuelos.

En la hermandad gallega nos enseñaban las canciones tradicionales gallegas. Cuando alguno de nuestros familiares o amigos venía a España, mis abuelos les pedían música. A mi abuela le gustan los coros de Galicia. Escuchaba Treixadura, A Roda, Juan Pardo, Fuxan os ventos y muchas más; a mi abuelo le gustaba Antonio Molina. Era una verdadera locura por la música.

Otra de las disciplinas que aprendí fue la natación, significaba mucho como disciplina. Había que entrenar todos los días de lunes a viernes y a veces de lunes a sábado.

Madre, tios y abuela
Madre, tios y abuela

Mi mamá siempre ha sido muy exigente con los estudios y mis actividades educativas artísticas y deportivas. Hoy se lo agradezco. Eso es parte de lo que ha formado mi carácter y mi empuje en la danza contemporánea. También entrenaba en “La hermandad gallega” con “Los mineros de Guayana”, en “El club náutico de Puerto Ordaz” y en “El club Italo venezolano de Puerto Ordaz. Esa zona estaba llena de migrantes de todas partes del mundo.

Vivir en esta zona de La Guayana venezolana, le hizo participe de los paisajes y los ríos exuberantes. Se puede captar en el paisaje el movimiento pleno y erótico de la naturaleza. Es una zona de grandes ríos y saltos de agua. Las montañas son de colores intensos, desde el negro hasta el morado. El río Orinoco y El Caroní atraviesan el lugar y confluyen en puntos cercanos interpretados por leyendas indígenas y las historias de La Guerra de Independencia en Ciudad Bolívar, la capital del estado Bolívar. Esta zona se fue desarrollando en el trabajo intenso y ardoroso de los emigrantes, entre ellos los gallegos.

Mi familia vino de Caracas, el lugar al cual llegaron desde España en los años cincuenta y mi tía Rosita los convoco a todos para confluir en Puerto Ordaz. Aquí hicieron negocios familiares. Nuestra familia trabajaba en la zona del hierro en un lugar de grandes, medianas y pequeñas empresas, entre todos hicieron un restaurant llamado “El Saman” y su empresa se llamaba BOSA, que eran las iniciales de dos apellidos Bolaño y Sánchez.

Durante mi infancia esta zona se mostraba con mucha pujanza económica y se desarrollaban propuestas artísticas y deportivas de mucha importancia.

Recibì clases de natación y participé durante varios años en una actividad que se organizaba anualmente era el cruce del río Caroní. En esta propuesta participaba mucha gente, personas de distintas edades y con distintas circunstancias de salud, discapacidad, síndrome de Down, discapacidad intelectual. Yo hice el cruce tres veces. Era una manera de afrontar el miedo. Mi mamá siempre me decía que si yo no quería hacerlo no estaba obligada. Hoy creo que era ella la que tenía miedo, porque realmente era una experiencia muy intensa y riesgosa. Aunque estaba muy bien organizado y supervisado, era muy exigente. Yo nunca pensé que no lo podía hacer. Tuve la oportunidad de estudiar música en el “El sistema nacional de orquestas” creado por un músico venezolano llamado José Antonio Abreu. Estudiaba junto a mi primo hermano Luis Antonio Torres Sánchez que ahora vive en A Coruña. Desde niña hice danzas tradicionales venezolanas, en la “Escuela de Danza Yaisi Torres”. En esa época pude conocer Ucrania, la energía de la gente era un poco menos comunicativa que en Venezuela, pero les gustaban mucho nuestras danzas. Hice danzas nacionalistas en “El Yacambú Ballet”. Estudié comunicación social en “La Universidad Católica Andrés Bello”, en Caracas, allí me relacioné profundamente con la danza contemporánea, siento que allí la descubrí. Me gustaba mucho todo el mundo de la danza. Tuve la oportunidad de asistir al taller de “Danza Caracas”, al grupo de danza de la Facultad de Farmacia de “La Universidad Central de Venezuela” y al grupo “Piso Rojo”. Todo era danza contemporánea. La ciudad estaba inmersa en los más terribles conflictos políticos y seguía un curso tan avasallante que lo podía expresar por medio de mi profesión de comunicadora social y de mi pasión por el movimiento. Yo necesito estar moviéndome.

En esa época conviví con Ariana y ella todavía estaba buscando cómo establecer los enlaces entre la danza y la comunicación social y cómo seguir profundizando, si quedarse o irse fuera del país. Ahora observo con gran alegría como ha ido enlazando dentro de ella las disciplinas, la danza, el teatro, la música, la comunicación y el video. Realiza micro documentales. Su tesis de grado la realizó con “C4 Trio” y la nueva era de la música tradicional venezolana, fue su tutor el poeta y artista plástico venezolano Roger Herrera. La música experimental se le fue mostrando.

Al graduarse decidió optar por concursar para integrarse a “L’ecole de danse de Quebec” y lo logró.

“Yo estaba muy feliz, muy contenta, por fin estaba haciendo lo que quería hacer.

No me di cuenta de las dificultades, ni del clima, ni del frio. La escuela era preciosa, un edificio histórico. Cuando terminé el primer año, una profesora me dijo que me regresara a mi país que no lo hacía suficientemente bien. Hay profesores que en vez de enseñarte pareciera que quieren hundirte. Yo no sabía hablar francés y me costó el camino de la migración, pero yo seguí, no le hice caso. Fueron cuatro años más de estudio, ahora ya dedicándome solo a la danza.

Danzas venezolanas
Danzas venezolanas

Estudiar en una escuela de danza es muy exigente, te debes mirar todo el tiempo al espejo para ver cómo lo haces. Debes trabajar muchas horas al día. Me marcó mucho un maestro Ted Robinson, recientemente nos dejó, se fue de repente. No imaginamos que moriría tan rápido. Hice cursos con él, fue un real maestro. Estábamos planificando otro curso juntos. Nos entregó una orientación, una filosofía.

Ahora, aunque hago danza contemporánea he regresado a mi historia, a mis tradiciones gallegas y venezolanas. Cuando me gradué en la escuela de danza de Quebec me dieron más deseos de ser lo que soy y de dónde vengo.

Me interesan los diálogos, mezclar esos universos de lo contemporáneo y lo tradicional. Cuando escucho música gallega y venezolana conecto con esa otra parte de mi cuerpo y de mi espíritu.

La danza es muy humana, la gente que la realiza puede conectar más con su cuerpo y con sus emociones. Es un camino para ser mejor persona, para aquellas personas que tienen problemas y son sujeto de violencia en sus cuerpos, les permite redescubrir su cuerpo, porque muchas veces la gente odia sus cuerpos, para las personas mayores es maravilloso, es importante el vínculo de la danza con la poesía. La danza de las palabras”.

Y todo fluye, cambia de posición, refleja una conmoción, una alteración, la inquietud de lo que se transforma, una velocidad que siempre nos transporta afuera y adentro de nosotros mismos. Si, ciertamente, la vida es un movimiento perpetuo, sin fin.

R.M.T.B.