CARMEN VALENCIA "UNA PEQUEÑA GRAN HISTORIA"

Carmen Valencia (Meaus)
CARMEN VALENCIA "UNA PEQUEÑA GRAN HISTORIA"

Rosa Trujillo Bolaño

ESCOLA RURAL DE SAUDE DA LIMIA

“Hay en el escribir un retener las palabras,

como en el hablar hay que soltarlas,

un desprenderse de ellas, que puede ser

un ir desprendiéndose ellas de nosotros”

María Zambrano, Hacia un saber sobre el alma

Editorial Alianza, primera reimpresión 2020, p. 58

Se define como “gallega-gallega” y habla el idioma gallego muy bien. Es un círculo de energía, un volcán; a sus noventa y taaaantos años, tal como ella dice, es una mujer majestuosa y vibrante. Todo en ella se mueve, sus manos, sus ojos color miel y su pelo blanco, la sonrisa y la voz ronca, venidas de una historia con muchas tristezas, ilusiones y dolores, pero nunca perdió la esperanza. Podríamos decir que es una guerrera valiente como muchas de las mujeres del campo gallego.

Carmen y sus escritos
Carmen y sus escritos

A sus noventa y cuatro, coma cinco años que ahora recalca diciendo la cifra exacta, está labrada como las piedras y las montañas del Cebreiro y esas casas de piedra de su pueblo; y su propia casa, que fue comprada a unos primos con su trabajo persistente fuera de Galicia; la pudo comprar cuando ya estaba jubilada, y como tenía una buena jubilación, la reconstruyó totalmente, mandó a hacer un pozo y ayudó también a su hija, porque su hijo ya falleció.

Pasó muchos años de su vida en Cataluña, aprendió a hablar catalán y se hizo amiga de los catalanes, a quienes dice querer mucho. Cambió su residencia de Meaus por Barcelona, cuando tenía veintitrés años y dos hijos pequeños, un varón y una hembra. Su madre había sido la partera del pueblo y también emigró a Barcelona años antes. Carmiña Llegó a la ciudad a trabajar primero se fué su marido y luego ella. Empezó trabajando en lo mínimo, limpiando y fregando, y, luego en el Colegio San Miguel, de Los Misioneros del Sagrado Corazón de Jesús.

Era un colegio privado, muy grande, que ocupaba una manzana completa, y atendía a muchísimos niños. Me desempeñaba como camarera de los comedores. Luego trabajé en “La residencia Gaudí”, de La Falange y de la Jones; era recepcionista y telefonista, y, allí fui escalando. Era de la Sección Femenina. Yo era simplemente una trabajadora, no tenía mucha certeza de qué era eso de la sección femenina. Allí estuve dos años. Murió Franco y luego lo ocuparon los comunistas. Todo el personal de servicio fuimos a la calle, pero buscamos un abogado comunista, joven, que nos defendiera, le pagamos porque era muy pobre. Yo quedé muy enfadada, pero ganamos la pelea. Después con el gobierno central fuimos a otra residencia, que se convirtió en La Generalitat de Cataluña y allí me quisieron mucho.

Carmen con su hermana
Carmen con su hermana

Nos cuenta que fue al colegio cuando tenía cinco años, hasta los siete también fué pastora y labradora.

Habíamos perdido el capital porque mi padre nos abandonó. Mi madre se fue a Barcelona. Perdimos la casa y las vacas y solo quedó el burro. Desempeñamos dos lotes y perdimos la mayor cantidad del capital de mi abuelo. Después heredamos y volvimos a recuperar un “capitalito”. Tuve una niñez muy dura. Mi madre era la única mujer del pueblo que sabía leer y escribir y nos enseñó a todos, la lectura, la escritura y las cuatro reglas aritméticas. Aprendí muy rápido a leer y escribir y era la primera de la clase. Estaba con mi libro y veía que los otros estaban estudiando y yo ponía mucha atención.

Los recuerdos de su maestro hacen que la mirada se encienda aún más. ¿De qué manera se podrán rehacer en el cerebro esas experiencias? Después de esa edad por los problemas que tenían no pudo ir más al colegio, pero su madre siguió enseñándoles. Sus tiempos de pastora alimentaron en ella su amor hacia los animales sabiéndose próxima de su ternura y su fuerza. Tiene un perro que se llama Simba quien sale a saludarnos a nuestra entrada; es un perro grande que desata en nosotros un miedo y una ternura a la vez.

Cuando vinimos a esta casa, este lugar estaba despoblado y había muchos ratones y salamandras. Venían muchos gatos; ellos cazaban y limpiaban los campos de esos otros animales, yo les daba de comer. A mí, los animales me quieren todos.

Tuve dos hijos, mi hijo varón se llamaba Pelayo González Valencia, falleció muy joven, y, mi hija Carmen González Valencia, vive conmigo en Meaus. Tengo Tres nietas y dos bisnietos.

Su carácter es fuerte, no queremos ni imaginarla irascible o defendiendo una causa. Nos parece de una gran firmeza, una personalidad dibujada como la escultura sobre la roca. Se me hace imposible recordarla sin que nos vengan a la memoria otras historias, en ella la de mi madre, ida en la ancianidad, con un carácter siempre joven.

Carmen joven
Carmen joven

Carmen es capaz de dar grandes peleas y poner limites hasta a la guardia civil, o a los militares si fuese preciso, cuando se trata de la justicia y la lealtad a aquellos a quienes ella les agradece. Pasó de desempeñar labores de limpieza a en el Colegio San Miguel donde reclamó en justicia lo que le correspondía por su trabajo de horas extras sin pago, y cuando no quisieron pagárselo se fue. Lo que parecía ser un revés, se convirtió en una oportunidad, rápidamente consiguió otro trabajo y se convirtió en telefonista, oficio que desempeñó durante muchos años, hasta que se jubiló, siendo bien pagada y muy querida por sus compañeros de trabajo, a quienes mimaba llevándoles vino y muy buenos quesos de Galicia cuando venía de vacaciones. Los catalanes alababan su comida y los agasajos que les hacía, se lo comían sin preguntar demasiado. Era capaz de guardar secretos de las llamadas telefónicas.

Vivía en la calle Constantinopla, en un barrio nuevo, con calles muy anchas y grandes árboles, muy bonitos. Los tiempos anteriores fueron muy difíciles, después nos mudamos a ese piso. Terminé trabajando después de todos los cambios en la Conselleria de Cultura, para realizar el trabajo de recepcionista-telefonista me exigieron hablar el catalán; les dije que me hicieran un esquema de preguntas y respuestas de teléfono y me lo aprendí rápido, y luego fui a clases de catalán con los altos funcionarios. Estaba encantada de aprender ese otro idioma, el catalán. En quince días empecé a hablar las primeras frases y palabras hasta que lo aprendí muy bien. Era un reto, tenía que hacerlo, porque si no volvería a las labores de limpieza y yo estaba muy a gusto con mi nuevo trabajo. Ellos me quisieron mucho, cuando te quieren, te quieren de verdad; entonces ya hablaba gallego, catalán y castellano. Estuve veinte años con la Generalitat de Cataluña, cuando me Jubilé sabía que vendría nuevamente a Galicia. Me gustaba mucho el trabajo en la central telefónica, atendía tres teléfonos y cada uno tenía cuatro líneas. Estuve una temporada así y luego pusieron una central con una pantalla donde se reflejaba todo, y yo era la telefonista. Los catalanes estaban locos conmigo y yo con ellos.

Adoraba Barcelona, la de Gaudí, de Dalí, de Miró, la de tantos artistas y la de miles y miles de trabajadores que venían del resto de las provincias de España. Nos comenta que entre sus vicios está el de la lectura, el ganchillo y leer y escribir poesía. Sus poemas están llenos de alegrías y penas de la tierra gallega. En ellos hablan los campos, se estremecen las flores y los pájaros producen sonidos melodiosos sencillos, los animales se comunican y ella les responde. En sus poemas el agua de Meaus transcurre guardando los secretos de las historias de las familias del lugar que se fueron dejando nuevamente las casas solas en “El Couto mixto”. Muchos han vuelto a reconstruir y acondicionar las viejas casas haciendo de este pueblo un pequeño paraíso que pertenece al Concello de Baltar.

Carmen telefonista
Carmen telefonista

Esta tierra era ocupada por un pueblo de labradores, de Ourense y de todo Portugal venían a comprar aquí. Se aposentaron aquí desde la edad media. Estuvieron hasta 1800. Toda esta zona pertenecía a los Condes de Monterrey, aquí éramos todos familia.

La vida no me ha dado muchas alegrías, pero me he refugiado en la lectura y el ganchillo y eso me ha dado mucha esperanza, y, al tener compasión de mí, he tenido compasión de muchas personas que lo necesitaban. Yo siempre doy cariño y acojo a quienes lo necesitan; recuerdo una compañera de trabajo que los demás dejaban de lado, yo le daba cariño y ella venía siempre detrás de mi como un refugio. Yo había sido muy desgraciada en mi niñez, no había podido ir a la escuela. Tuve una buena madre, pero no tuve padre que nos abandonó, dejando a mi madre sola con muchas deudas y todos los hijos, marchándose hacia Argentina.

Después de esta honda confesión continúa, y se sonríe, con esa energía saltarina que se contagia. Abre los brazos con una fuerza vital que anima y llena de esperanza nuestro corazón entristecido por las pérdidas cercanas de amigos y familiares. Nos gustaría seguir escuchando esta historia y poder invitarla a leer la palabra sagrada de la poesía. Estamos seguras que Rosalía de Castro estaría contenta de oírla y se sentaría con nosotras en algún banco de piedra en el camino. Carmen daría un brinco de emoción y podríamos encontrarnos al compartir con todo lo vivo que flota; ella nos cuenta las historias del mundo antiguo y saca orgullosa sus libros de mapas, de un mundo en el cual los tiempos antiguos regresan haciéndonos sentir un hilo común, que no admite limites para la poesía. De pronto interrumpe la historia y se levanta a buscar un libro y nos habla de La biblia, de Persia y de aquellos caminos que también están unidos a la invención de la escritura.

Los arqueólogos investigaron muchas cosas interesantes, es bueno saberlas, por ejemplo, Ankara de Babilonia, la actual Turquía y su Torre de Babel; por aquí pasó Abraham, este es el Golfo Pérsico, aquí está Egipto, el Nilo, el Mar Rojo.

Los dedos siguen ávidos de viajes, de historias, estuvo inscrita en ese maravilloso invento que se llamó Círculo de Lectores, donde la gente con menos recursos podía adquirir estas maravillas y viajar, porque los libros nos llevan de un lado a otro del mundo

Cuando tengo un disgusto, tomo un libro y me pongo a leer. Nos lleva a la India con una emoción por viajar con el libro.

Finalmente recuerda que no tiene los lentes puestos, se los coloca, y ahora con ellos va más rápido; nosotros viajamos con ella sabiendo que las personas más jóvenes deberían intercambiar con los ancianos para aprender con ellos, trasladándose entre los tiempos. Se levanta a mostrarnos muy orgullosa la colección de Premios Planeta y nos entrega en las manos el diccionario catalán, de pronto aparece en escena Alejandro Magno, en una conversación rápida, circular que nos deja escuchándola, absortas, enamoradas de su vibración contagiosa.

Esta casa la compré yo, era de mis primos, contraté unas personas para que me hicieran la casa. Yo tuve una buena jubilación, hicimos un pozo y todo lo que ustedes ven aquí. Mi marido murió a los dos años de haber venido. Fui pagando poco a poco, ahora tengo a mi hija que me ayuda.

Sus poemas suscitan la necesidad de recorrer “El Couto Mixto”, y, se emociona al hablar de El Cebreiro. La montaña está animada, se levanta a la espalda de su pueblo, es bondadosa y da soporte y amparo a la población resguardándolos del fuerte viento del norte, posee gargantas, cuevas y tiene secretos bien guardados. En alguna oportunidad, probablemente se publicarán sus reflexiones y poesías y cualquiera podrá conocer el alma del Cebreiro vista y sentida por Carmen.

Carmen y rosa
Carmen y rosa

Ella tiene una razón intuitiva, es esa inteligencia sensible que descubre el espíritu de los campos y sabe que las flores respiran en un amoroso temblor perceptible a las almas deseosas del descubrimiento y la oración del espíritu múltiple que habita los bosques. No en vano Federico García Lorca se amparaba en El Sr. de los bosques, cuando algo no tenía una solución inmediata. Sus argumentos están llenos de esa experiencia vital tan necesaria para conservar la vida, porque como ella nos lee desde su cuaderno de poemas:

La vida es esa ruleta que da vueltas sin cesar /esperemos que algún día nos traiga un nuevo bienestar.

Terminamos este regocijo de entrevista merienda, mientras de un salto nos va enseñando la casa, muestra cada una de las cosas y algunos objetos que para ella tienen un significado importante. El dibujo que le hicieron sus compañeros de trabajo cuando se jubiló y sus piezas de tejido, y su cuarto, sus espacios más íntimos, como si fuera un libro que se abre al encuentro de la lectura desde fuera y poco a poco, enseñándonos sus metáforas internas del alma.

R.M.T.B.