Entre dos mundos y un mismo lugar

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Entre dos mundos y un mismo lugar
MARÍA JOSÉ FERNÁNDEZ ESTÉVEZ Es la temporada de las manzanas y del cambio de colores de los árboles en Quebec. Única...
MARÍA JOSÉ FERNÁNDEZ ESTÉVEZ

Es la temporada de las manzanas y del cambio de colores de los árboles en Quebec. Única provincia francesa en un país enorme anglófono, que mantiene su cultura y su idioma a trancas y barrancas desde siempre, apoyada por el gobierno canadiense que se enorgullece de sus dos idiomas oficiales tanto y cuando los quebequenses quieran hacer parte del país.

¿Os suena esto? Seguro que sí.

La batalla eterna de las lenguas, de la predominación cultural en un mismo territorio.

Como personas tenemos esa necesidad de pertenecer a una cultura determinada, inculcada  desde pequeños: ­“eres quebequense, hablas francés”.  ¿Por qué no valorar todas las culturas y todas las  lenguas que se nos ofrecen si seguramente vamos a beneficiarnos de ellas?  ¿Por qué aficionarnos al extremo sólo con una y hacernos más extraños a las ajenas? ¡Con lo bonito que es viajar por el mundo y poder hablar con cualquiera!  Ahhhhh, pues porque formamos un mundo, una identidad distinta  ¡Y qué bonito es sentirte orgullosa de la minúscula parte del mundo de dónde vienes también!

Pero para comunicarnos no necesitamos  lenguas, si la sonrisa significa lo mismo en todo el mundo.

Hace solo unos años oíamos hablar de multiculturalismo y de como esta provincia se beneficiaba de la extraordinaria diversidad de gentes que venían asentarse en ella.

Ahora estamos en plena batalla de religiones ¡Prohibido a los empleados públicos de llevar atuendos u objetos religiosos! ¡Viva el laicismo! Empeñados en ser todos iguales a los ojos de cualquier Dios o de cualquiera persona. Pero ….¿somos todos iguales?

Los que están más en el punto de mira son los musulmanes. Será porque se dan más a ver, digo yo. Bueno, los indios con sus turbantes y sus mujeres con sus atavíos multicolores y su granito rojo en la frente también no pasan desapercibidos pero ….ahhh , la mayoría hablan inglés y se mantienen entre ellos, en su barrio cerrado manteniendo como pueden su cultura, su idioma y religión entre ellos. Si no se integran, no molestan . Ah, y los judíos, con sus pelucas, sus gorritos ,sus tirabuzones y sus atuendos blancos y negros ….la mayoría de ellos hablan también inglés y tienen su barrio escondido entre su cultura, su lengua, su religión. También estan los chinos, dominantes más también del habla inglesa y no dudan en mostrar sus budhas y colores en sus barrios manchados con letras raras que solo ellos entienden. Parece que solo los musulmanes, en mayoría francoparlantes, causan más aprensión entre los quebequenses que se ven de alguna manera amenazados. Parece que mientras todos estos colores se mantengan aparte en sus propios mundos, todo está bien. Si se atreven a pasar las puertas que les fueron abiertas, ahí se ven amenazantes.  Pero, por otra parte ….¿ como no comprenderlos, si los quebequenses estaban a punto de deshacerse de más de 400 años de masacres, pedofilia y perversiones infernales de manos de una de las iglesias de los  hombres más aterradoras del mundo? ¡Como para que otros cultos vengan a tomar puesto ahora!

Pero …… ¡espera un minuto! Sin darnos cuenta, estamos haciendo todos lo mismo. Todos luchamos por lo que nos queda, por lo que tenemos , por lo que nos hace nosotros y nos hace crecer. Québec lucha por su pueblo, sus creencias y sus valores y los emigrantes luchan por conservar los suyos. Emigrante, reconoce tus valores, de lo que estás hecho y aprende de ese pueblo que te abre las puertas, aprende sin perder lo tuyo. Acogedor, lucha por tus raíces, lo que eres, y aprende de esas nuevas sombras. Ambos mundos luchando por lo que le es tan suyo y sobreviviendo. Fuera los estereotipos, que sólo por llamarse Hussein no se es musulmán, y no todos los italianos son católicos. No son ni más ni menos raros que la chica del otro día con su  pelo al arco iris, su cara llena de tatuajes, orificios, perforaciones y sus vestimentas fuera de lo convencional , porque no solo se necesita un objeto religioso para salirte de lo ´normal’. ¡Qué aburrimiento si fuéramos todos iguales!

 Vivir y dejar vivir.

No se necesita atuendos ni joyas ni objetos para comunicarnos y ser buenos humanos.

Nuestra fé, por muy profunda o diferente que sea, es solo cosa nuestra, y se lleva dentro. Nuestra cultura, por muy diferente o determinante que sea, es solo cosa nuestra. Nuestra manera de ver o pensar es particular a cada uno. Pero cuando tenemos que ser humanos y pensar en los demás, abramos los brazos y ayudémonos a aprender, que aún hay gente que muere de hambre, por el Dios qué quieras! Porque todos venimos de un mismo lugar (y llamadlo como queráis ) y todos nos vamos a algún sitio (llamadlo también como os suene mejor ).

Digámonos los buenos días y las buenas noches en cualquier lengua. Mejor aún , con una sonrisa, universal. Vivamos como nos plazca pero con respecto a los demás, porque seguro que ellos también es eso lo que quieren. La libertad de unos puede ser la condena de otros. ¿Quién dice que la mía tiene que ser mejor que la tuya? Tomemos sin quitar. La libertad no podemos tenerla toda ni todos. Hasta los animales tienen sus límites. Pero no nos limitemos y seamos lo que sí podemos ser, lo mejor de nosotros.

¡Toca disfrutar de filloas con jarabe de arce!

Con un poco de aquí y un poco de ahí, desde Montréal: ¡cheese!