El silencio de los corderos
Hace un año presencié lo que se maquina en los entresijos de un conocido Organismo Ofical de la Capital de Ourense. Como es obvio y por respeto a la persona a la que acompañaba, guardo en un impotente silencio el motivo de nuestra visita con invitación previa. Sobre lo que aconteció podría escribir varios folios, pero simplemente voy a relatar parte de lo que observé en esa interminable y descortés espera.
Una de las salas de espera de dicho Organismo Oficial.... de Ourense, se asemeja en mi opinión a lo que imagino como el temible Purgatorio. La única diferencia, que las almas que la habitan cada día, son personas de carne y hueso, parecidas a corderos que dejan pasar sus horas en un impotente silencio.
Sus miradas perdidas, solo interrumpidas por el continuo desfilar de los funcionarios que allí trabajan, reflejan la falta de dignidad que padecen en esas horas interminables.
Los minutos se transforman en horas para algunos. Para otros, las horas son días reales. Todo depende de las expectativas que cada uno deposite en ese tiempo muerto y lo que consigan o les sea ofrecido , pero siempre con acuse de recibo. Y un recibo bien guardado porque como siempre, los favores no existen y menos cuando se trata del señor al lacayo.
La situación se repite una y otra vez en cada capítulo de la historia, en cada pueblo, en cada dominio. El desgraciado bajo el yugo del poder.
Cuando asistí a esta escena, un sentimiento de solidaridad y compasión me invadieron y me llegaron a la mente los acontecimientos que tienen lugar cada año en un pequeño pueblo de nuestro país vecino. Cada sábado de Pascua y en la plaza mayor, los corderos bajo la soga de sus dueños y señores, esperan a las nueve de la mañana y con resignación, la bendición del párroco. Bajo el incómodo y bullicioso desfilar de los turistas, se mantiene año tras año la tradición con sentencia de muerte asegurada para esos pobres desgraciados.
Me entristece hacer una similitud con ambos hechos. Me asusta pensar que en esa sala de este Organismo oficial de Ourense, se intente preservar la falta de respeto como si de una costumbre ancestral se tratase. Me inquieta pensar que el abuso de poder sea una traducción de la humillación que se vive en una de las salas de cualquier dominio.
Mi respeto a todos los que esperan día tras día en cualquier sala de espera, en busca de un derecho que todos tenemos, el trabajo.