“SOR MANUELA”
Madre Manuela de Cristo Jesús Gil Costa por Rosa Trujillo
“Yo no sé cómo dar gracias a Dios
por tantos beneficios
(Santa Madre).”
Estampita celebratoria de los setenta y cinco años
de entrega a los cuidados a los ancianos.
Caracas, Venezuela, 21-01-2023.
El mundo es como una isla desierta donde somos arrojados al nacer. Somos apenas un cuerpo yacente, necesitado de amor y de cuidados. Sin una madre, el mundo sería siempre un desierto dificil de transitar. Siempre hay una madre, aunque no sea biológica. Pero... el mundo somos nosotros, nuestras elecciones al tratar de definir quienes somos y para qué nacimos, morimos jóvenes o envejecemos, pero también cuando somos ancianos necesitamos de los cuidados y la pasión de una madre o un padre, de ese regazo infinito que nos acompañará cuando ya dejemos esta vida. Los cuidados también están en relación con el ayudar a bien morir.
Estas notas sobre Sor Manuela, una de mis tías, hermana del alma de mi madre, son sólo una impresión sobre su vida. Ella simboliza la entrega al servicio a los ancianos y ancianas del mundo en la orden de las Hermanitas de los ancianos desamparados.
Como digo en mis notas sabatinas de Antagónico. Todo tiene su polaridad y sin ellas la vida no sería posible. Es lo que puede dar paso a la unidad. No faltará quien cuente alguna historia antagónica. En todas partes, aún en aquellas almas donde la santidad crece están las dudas y las incertidumbres. Seguramente la orden y también Sor Manuela las tendrá, pero lo que yo conozco de ella es entrega, trabajo, pasión a los cuidados y viaje por el mundo tras las respuestas teológicas.
“Aunque no fuese nada más que por una sola alma daría por bien empleado la fundación del instituto” (Padre fundador).
En nuestra casa, la familia pequeña que nos dio a luz en Venezuela siempre nos enseñaron a respetarla y a quererla. Allí fue a parar un día, a visitarnos, a conocer la pureza de la cascada de agua del Salto de La Llovizna que se tragó a tanta gente en la caída de un puente.
Me hubiera gustado conocer a Solveira, la aldea de su nacimiento, sus montículos, la pequeña iglesia que aún hoy está tan bien cuidada, la casa parroquial, o forno[1]comunitario y aquel olor a pan y en algunos momentos el olor a maíz que salía de la cocina de la tía Dolores. El lugar del nacimiento del agua donde se recogía en los cubos el agua de manantial para beber y lavarse y las colmenas de madera en las cuales las abejas iban a fabricar su miel después de chupar deliciosamente el néctar de las flores hasta matarlas de amor. Las palleiras[2] en las que retozaban los niños mientras alguna vaca mugía; los caminos secretos que daban a la torre de Pena y a todas aquellas gentes que vivían por los predios, a los abuelos de mi madre, a mis tatarabuelos que también formaron parte de la línea materna de sus ancestros por parte de su madre Adelaida Costa Rodríguez, hermana de mi abuela Caridad Costa Rodríguez nuestra tía abuela más querida.
Nos quedó una foto de aquellos tiempos, de los personajes También me hubiese gustado conocer a sus ascendentes por la vía de su padre Manuel Gil Diz, un varón muy dulce y condescendiente que hizo pareja con mi tía Adelaida y emigró a Venezuela como tantas personas emigraron con la idea de vivir mejor, porque la migración es un derecho nunca un delito. Todos campesinos, algunos se quedaron en la aldea donde ella nació el día 11 de mayo de 1930.
Actualmente vive en Venezuela. En un sitio privilegiado por la naturaleza. En plena avenida Sucre de Los dos caminos, en Caracas se levanta la residencia de las hermanitas de los ancianos desamparados. Es una obra hermosa, alberga a muchos ancianos y ancianas, hay muchos gallegos, tiene tres plantas y desde allí se ve la montaña del warairarepano posteriormente bautizada como cerro El Ávila, a la venida de los españoles al valle de los indios Caracas. Es un sitio impecable, tiene una hermosa capilla y dan todos los servicios, médico, enfermería, servicio odontológico, y también masajes, quiropedia, una gran cocina, biblioteca y amplios y largos pasillos, en la última planta se atiende a los mayores que están ya más distanciados del mundo y en la planta baja se encuentra la capilla, la recepción y la cocina, con muchas plantas. Sus ascensores son antiguos, pero funcionan. Todo está muy bien cuidado y empleado en el servicio. A la entrada los murales pintados nos dan la bienvenida al igual que las rosas.
En el año 2023 Sor Manuela celebro sus 75 años de labor religiosa ininterrumpida desde que salió de Solveira a los 12 años hacia Carballiño junto con otras jovencitas ya ha pasado muchos sucesos en el mundo.
Ella es una mujer de pequeña estatura, a su edad se encuentra ágil, es muy afable, pero también muy reflexiva, es una delicia establecer una conversación con ella. Su madre era querida, respetada y en muchas ocasiones obedecida como una entrañable matrona gallega. Ella unía y tejía como una araña los lazos familiares en el extranjero. Convocaba reuniones familiares y especialmente en situaciones de conflicto trataba de solventar los entuertos de las diatribas. Muchos de los familiares, hijos, sobrinos, hermanos habían vivido en Solveira, pero para esos momentos, en los cuales ellos se encontraban en Venezuela, ya la mayoría se habían ido. Muchos a Xinzo de Limia, y otros a Venezuela, Brasil, y posteriormente a Alemania, Holanda, Suiza, y quién sabe cuántos sitios.
Al comenzar la entrevista Sor Manuela nos habla de Solveira:
“Entonces éramos noventa y dos familias de cuatro hijos para arriba. Ahora tengo entendido que quedan aproximadamente veinte personas y muchas casas están vacías.
Yo soy la mayor de una familia de ocho hermanos, después viene mi hermano Daniel, que ahora vive en las misma casa de Xinzo, en la vivíamos con mi madre y mi padre y dónde mi madre servía comidas, luego Aurita, que vive en Portugal, Ramonita emigró a Venezuela y falleció en Caracas, Julito, vive en Madrid, Virucha en Torre vieja, Adelita vive en los Estados Unidos y José Luis, el menor murió siendo muy niño ahogado con una castaña y Conchita nuestra hermana más pequeña regresó a Xinzo desde Venezuela y falleció en Xinzo, está enterrada en el cementerio de Santa Mariña de Xinzo.
Me preguntas, ¿cómo llegué a ser monja y por qué me llamó la atención atender a los mayores? ¿Cómo llegué a formar parte de la congregación de las hermanitas de los ancianos desamparados? Por decir algo, te diré que tu madre también iba a venir conmigo, pero luego le hicieron un examen médico y le dijeron que tenía problemas en el corazón y no iba a aguantar la vida de exigencias del convento, por eso ella se quedó, pero nuestros planes eran seguir juntas, nos queríamos como hermanas.
Entramos a hacer una experiencia once amigas de la zona y nos quedamos las once.
La primera estadía con las monjas fue en Carballiño. Allí entramos a hacer los primeros votos. Ese sitio ahora lo gestiona una institución del gobierno.
Después nos fuimos a Valencia, allí estuvimos quince años. Después el concilio decidió que eran diecisiete años y allí hicimos el bachiller en música. Aquellas que tenían cualidades para tocar y cantar tocamos el órgano y el piano. Allí aprendí solfeo por el método eslava e íbamos a ayudar a los ancianos. Nuestro deber era servir, atender y estudiar. Estudiábamos, ayudábamos a servir el almuerzo. Había una señora que se dedicaba a servir en la cocina. Teníamos una cocinera jefa y tres eran maestras tituladas. La persona que inspiró esta congregación fue la madre Teresa de Jesús Jornet y Saturnino López Novoa canónigo de la iglesia de Huesca.
Lo más importante que siempre debemos recordar:
“Vive la armonía en ti y la hallarás en los demás”.
“Desde niña sentí esa vocación, cuando hice la primera comunión yo era la que iba a conversar con el bisabuelo Juan que tenía 101 años y después vinieron mis encuentros con las monjitas.
Pasa como los que se enamoran y se casan. Siempre he tenido mucho carisma para los ancianos. Hablando con ellos se aprende muchísimo. Siempre les digo: Yo no les enseño. Yo aprendo de ustedes. Son cosas sencillas lo que nos dicen, pero tienen una gran experiencia. Hay que cumplir con el deber y no robar al estado. Nosotros hemos llegado a sitios donde en la noche se maltrataba al anciano. Hay que tener mucho cuidado.
Aquí al centro vienen muchos colegios a hacer la labor social, la madre directora se encarga. Hay que saber dónde la hacen, orientarlos. Yo he estado en muchos sitios. Hice mi bachiller en música en Carballiño. Luego hice el noviciado en Valencia, en la casa general más la observancia.
Me refieres que si no extrañaba a la familia. Es algo para reflexionar. Yo te digo y me mira con mucha calma, pero con profundidad, directa y determinante.
Mientras más lejos de la familia este uno mejor. Eso es bueno para conocerse a si mismo. A veces la familia no lo entiende, pero con el tiempo lo aceptan.
Yo estuve de directora en Alemania durante muchos años, primero en Keniswinter, luego en Beniswerg, y por último en Kell. Allí era todo muy, muy organizado. Unas grandes casas. El alemán no fue un impedimento para mí. Fui aprendiendo el alemán desde el primer día. Parecía que entendía todo lo que me decían. Lo aprendí muy rápido. Dicen que es por el oído donde entra todo. Las residencias estaban muy bien dotadas y muy bien atendidas.
Posteriormente estuve en España en Castellón de la plana, un año, y luego en Bolivia en Oruro, en el altiplano, a cinco mil metros de altura. Hay que andar muy despacio para poder soportar la altura. Trabajaba con indígenas. Nos valíamos por nuestros propios medios, éramos once monjitas.
También estuve de directora en ciudad real y luego en la ciudad del Cuzco en Perú, debo decirles que en la residencia donde estaba no había agua corriente y fue gracias a las gestiones con el presidente de entonces Fujimori que logramos el agua corriente lo cual beneficio a mucha gente. Después pensando en la familia y que la mayoría de mis hermanos estaban en Venezuela, decidí pedir cambio a Venezuela y me destinaron como directora a una residencia en Valencia. Hicimos grandes cambios. Era un lugar maravilloso, tenía huerta, corredores, capilla, biblioteca, la cocina, pero había que restaurarlo y eso fue lo que hicimos pidiendo ayuda al gobierno del Estado Carabobo y a los militares estando Chávez. Debo decir que allí ayudó mucha gente privados y del gobierno. La reforma del centro se dio, nos apoyaron mucho. Algunas veces mi familia me fue a visitar. Los llevé a recorrer todas las instalaciones pudieron disfrutar mis hermanas y mi querida prima Rosita junto a sus esposos de una hermosa velada con canciones. Siempre digo, a veces los verdaderos hijos no ayudan a los padres, pero aparecen otros hijos. Ha sido una vida de entrega y responsabilidad para que todo funcione como Dios quiera”.
Cuando ella nos cuenta sobre ese día en Valencia, lo puedo recordar muy bien porque yo estaba allí. Me sorprendió la amplitud. Las parejas podían quedarse allí y les permitían llevar algunos enseres de sus casas. Algunos podían pagar y otros no. Se resolvía, pero entrando Sor Manuela, se planificaban idas a la playa, visitas a sus familiares, clases de yoga, masajes, ella nos comentaba que la recreación, era fundamental. El lugar de Valencia es un sitio muy amplio construido bajo la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, realmente ella tenía razón había que restaurarlo, la cocina, poner al día desde el punto de vista técnico los servicios. Muchas cosas. Recuerdo ese almuerzo como si fuera hoy. Yo por supuesto aproveché para preguntarle de su vida en Xinzo.
“Si la recuerdo muy bien. todavía no había agua corriente y teníamos que buscar el agua en la plaza. Las mujeres generalmente parían asistidas por una partera. Mi madre fue atendida en varias ocasiones por la partera del pueblo Genoveva Vázquez Calviño.
Una partera en esos tiempos era como un médico ginecólogo. A veces conocían del oficio más que los médicos, por su amplísima experiencia. Ahora en los albores de mi vida lo recuerdo. Había seres excepcionales como ella, aún sin ser monjas asumían su trabajo como un apostolado, como una misión de vida, siguiendo un carisma actuante espiritual. Yo me dedique al encuentro con las almas que se despiden. En el caso de los ancianos ya son también como unos niños. Hay que atenderlos, mimarlos, darles felicidad y también protegerlos. Podríamos hablar durante horas. Yo me vine a Venezuela porque aquí estaba mi familia y ahora mi familia emigró otra vez. Son las cosas que pasan. Yo las acepto. Ahora ya estoy jubilada y soy mayor, pero sigo ayudando a los ancianos.
Es lo que va a hacer siempre, es su elección, su propio carisma. Es un gusto haber hablado con Sor Manuela, sentir su energía espiritual y despedirme de ella bajo un sol hermoso de mediodía frente al Ávila en Caracas.
<!--[if !supportFootnotes]-->[1]<!--[endif]--> Horno comunitario de leña que se usaba para cocer el pan (traducción del idioma gallego). Las familias se turnaban y llegaba para todos.
<!--[if !supportFootnotes]-->[2]<!--[endif]--> Sitios para guardar la paja y los aperos de labranza y en ocasiones los animales.
Rosa Trujillo Bolaño